entró por la puerta de ‘Los Faroles'
y corrió hacía nuestra mesa.
Venía sacando el hígado por la
boca y los chorros de sudor le
caían por la frente y empapaban
esa camisa de franela que tanto
le gusta. La Vuitton se mareó un
poco, entre el olor a fritanga
churrera y el tufo que echaba la
Rural, le dio un vahído. Cuando
se calmó un poco y pudo articular
palabra, Sandra se le adelantó
y la interrumpió: "Si vienes
para que te depilemos ya puedes
dar media vuelta. La última
vez, con tanto pelo, me taponaste
el retrete y estuve una
semana sin poder cagar. ¡No
veas lo hinchada que me puse!".
A la Rural parecía esbozársele
una sonrisa en la cara, pero con
tanto pelo no logré distinguir si
era graciosa o irónica. "No
vengo por eso -espetó. Han
encontrado a
vertedero ilegal del Llosar de
Tibi". "¡¡Otra vez!! -exclamamos
las tres al unísono-. Se lo
hemos dicho miles de veces;
Balcons, cariño, no vayas sola a
cancanear al Llosar"
Dejamos encima de la mesa
diez euros para que el churrero
se cobrara y salimos a toda
leche al Llosar de Tibi con el
Renault 5 de Sandra. La Balcons
se ha vuelto 'rara, oscura,
siniestra...' desde que se comió
a su novio. Nosotras también
nos lo comimos y no nos hemos
vuelto locas. En fin, somos
amigas y para eso estamos;
para compartirlo todo, lo bueno
y lo malo y hasta los hombres
precocinados. Todo el viaje estuvo
la Rural intentando decir algo,
pero entre los alaridos de la
Naranjo
y nosotras imitándola, ninguna
de las tres le hizo caso.
Al llegar al Llosar, había un
despliegue policial sin precedentes
en Tibi. Un policía muy
mono nos detuvo e hizo bajar
del coche. Nos cacheó, sin motivo
alguno, aunque nosotras no
opusimos resistencia y nos preguntó
qué hacíamos allí. "Buscar
a nuestra amiga -le contestó la
Vuitton mientras deslizaba su
dedo por la camisa- pero creo
que ella puede esperar; en cambio,
tú no" y le agarró el
paquete. "Así es, yo no puedo
esperar. Pero, tu amiga tiene
toda la eternidad por delante",
dijo, mientras iban detrás de
unos discretos arbustos. Nos
quedamos con la boca abierta,
no por si había suerte y a nosotras
también nos tocaba algo, si
no porque no nos gustó nada lo
que nos dijo el policía. Corrimos
hacía el dispositivo; dos policías
intentaban cerrar la cremallera de
una bolsa negra sin mucho
éxito. Conseguimos saltar el cordón
policial y llegar hasta esos
dos hombres que apretaban las
tetas y la barriga de la Balcons
para que la bolsa pudiese cerrar.
Sandra estalló en llanto y se
agarró al hombro del juez que
estaba dando la orden de levantar
el cadáver.
Yo me arrodillé ante la Balcons;
los policías, al verme,
dejaron de apretarle las tetas:
"Por favor sigan, si algo le gustaba
a ella, es que la sobaran". Le
aparté varios mechones rizados
que le caían sobre el rostro y se
lo acaricié. La Balcons ha muerto.
La Balcons está en el cielo.
Balcons, descanse en paz.
Publicado Nº 30 - EPOCA II - AÑO III de la revista
Temps (Escaparate)